El jueves pasado el Banco Central Europeo (BCE) hubo de adoptar de nuevo esa medida que tan poco gustaba al que hasta ahora era considerado el principal favorito para suceder a Trichet al frente de la autoridad monetaria del euro, el presidente del Bundesbank, Alex Weber: comprar deuda soberana portuguesa para limitar los efectos de una espectacular subida del precio de su deuda pública con relación al bono alemán a 10 años, que rondó el 8% (el 7,6%, el nivel más alto para Portugal desde su entrada en el euro). Grecia e Irlanda fueron intervenidas cuando la carestía de su deuda estaba alrededor de ese porcentaje.
Al margen de las dificultades internas en Portugal (que no son muy distintas de las de semanas anteriores), ¿con qué se identifica esta nueva escalada de la tensión de los mercados? Fundamentalmente, con la toma de decisiones en el seno de la UE para mejorar su gobernanza económica. Los ritmos con los que trabajan las autoridades europeas (pesados, preñados de reuniones y contactos, con consensos siempre de última hora) no se corresponden con los ritmos de los mercados, tan ágiles en sus exigencias como si fuesen políticos chinos. En los últimos días, la UE ha visto cómo se hundía la expectativa de que el halcón Weber (halcón incluso con relación a la canciller Merkel) fuese el nuevo presidente del BCE; ha sido incapaz de llegar a un acuerdo sobre el pacto de competitividad exigido sin ninguna concreción por el directorio franco-alemán (y por tanto ninguneando a las instituciones de la UE), lo que a su vez retrasa una decisión sobre la ampliación y flexibilización del fondo de rescate para los países con dificultades.
Si los ritmos de los mercados son tan rápidos, y los de las instituciones europeas y nacionales necesitan responder no solo a la lógica económica sino también a la política, que es la que los legitima (han de atender a las demandas de los ciudadanos a través de los Parlamentos, lo que precisa de mayores periodos de maduración), las dificultades también señalan a España pues en los últimos días ha habido vaivenes y contradicciones en el tratamiento de dos temas que están en primera línea de fuego: el nivel de endeudamiento de las comunidades autónomas y de las corporaciones locales y, sobre todo, la aprobación del plan de refinanciación de las cajas de ahorros, ya que la visión del asunto es distinta en el Ministerio de Economía, el Banco de España y la patronal de las cajas. Recuérdese una vez más los números de la dependencia de los mercados de una economía tan endeudada como la española: el endeudamiento global supera el 357% del PIB español, distribuido del siguiente modo: el 58% es deuda pública, el 194% corresponde a las empresas y a las familias, y el 105% restante es del sistema financiero. La mitad de esa deuda global (el 170%) está contraída con el exterior.
Los ministros de Economía de la UE se reúnen hoy y tratarán de madurar los asuntos para que en la cumbre del Consejo Europeo de dentro de un mes (11 de marzo) se lleven los temas suficientemente masticados para avanzar en esa gobernanza económica por la que todo el mundo suspira, aunque haya diferencias sustanciales sobre su contenido.
Pero los mercados avanzan tan rápido que no se puede pronosticar si entonces la situación (intervención de otros países, nuevas exigencias para los intervenidos) será la misma que ahora. Otra semana nerviosa.
Joaquín Estefanía. El País
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