Juan Torres López (ATTAC-Málaga) http://www.juantorreslopez.com
Coincidiendo con el nuevo nombramiento del cardenal Rouco Varela como Presidente de la Conferencia Episcopal española se difunde una vez más que su arzobispado, y la empresa de inversión en bolsa de la jerarquía católica española (llamada Umasges Simcav), invierte en empresas que fabrican viagras, anticonceptivos, licores o fondos opacos (20 MINUTOS, 6/3/08).
Podríamos hacer chiste del asunto pero a mí me parece una cuestión grave y vergonzosa.
Y que nadie crea que se trata de algún error o de decisiones financieras equivocadas. Ni mucho menos. Lo increíble es que los jerarcas más a la derecha de la Iglesia católica están convencidos de que ahí es donde mejor están los recursos que reciben de sus fieles o del Estado.
Hace unos años, en septiembre de 2001, el entonces Vicesecretario de Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal Española, Bernardo Herráez, lo decía claramente: “¿Dónde quiere que esté el dinero de la Iglesia? ¿En la luna? El dinero de la Iglesia tiene que estar en los mercados".
Y José Gea Escolano, prelado de Mondoñedo, lo ratificaba también en una pastoral a sus fieles: "Es un deber invertir para hacer producir el patrimonio. Sabéis que invertimos financieramente nuestras reservas. Es posible que no acertemos, pero de hecho hasta ahora no nos ha ido mal y en pocos años hemos hecho muchas cosas" (ver Mariano Sánchez Soler, "Las sotanas del PP. El pacto entre la Iglesia y la derecha española". Editorial Temas de Hoy, 2002).
Esa filosofía llevó a crear la mencionada Umasges Simcav y a que a través o con independencia de ella se realizaran inversiones especulativas y oscuras multimillonarias, de rentabilidad dudosa y en todo caso de evidente contraste con la doctrina que predican los jerarcas responsables.
El llamado caso Gescartera fue un episodio especialmente negro de esta política financiera que permitió descubrir que arzobispados, obispados, congregaciones y todo tipo de entidades religiosas invertían de modo irregular miles de millones de pesetas para engañar a fisco y para obtener, en apariencia, suculentos beneficios especulativos.
Pero a la postre, estas inversiones ni siquiera son rentables, como no suelen serlo a corto y medio plazo las inversiones en bolsa de esa naturaleza.
De hecho, se acaba de saber que, como consecuencia de la reciente crisis financiera, la Iglesia española ha perdido el 20% de las que había venido realizando, y eso a pesar de que “milagrosamente”, según informó la prensa especializada, la Iglesia trató de ponerlas a salvo justo antes de que estallara (“¿Un milagro? La Iglesia "huyó" de la bolsa justo antes de empezar la caída”. EL ECONOMISTA, 1/02/2008).
Pero además de poco rentables, lo más sangrante es evidente que se trata de inversiones muy contradictorias con lo que dicen pensar Rouco Varela y demás jerarcas. Una muestra demasiado palpable de doble moral y del mantenimiento de un discurso doctrinal que ni siquiera es consecuente consigo mismo.
Tanto es así, que, además, tratan de ocultarla o disimularlas, ocultando generalmente a sus fieles y al resto de los ciudadanos lo que hacen con el dinero que reciben .
Hace unos años, el entonces presidente de la Conferencia Episcopal Española (y ahora de nuevo elegido), Antonio María Rouco, declaró que la Iglesia no tiene dinero para otra finalidad que no sea “el ejercicio de su misión y sus actividades pastorales” (“La Iglesia creó en 1999 su sociedad de inversión en Bolsa”. EL PAÍS, 11/09/2001). Una mentira, como una vez más acaba de difundirse.
Se trata, en suma, de un uso del dinero que debería avergonzar a los Rouco y compañía, aunque esto no es algo que quepa esperar a la vista de su tradicional comportamiento, ya bien conocido.
Debería avergonzarles que dispongan realizar ese tipo de inversiones cuando ese dinero no es suyo en realidad, sino donado generosamente por quienes creen estar ayudando a obras pastorales o del Estado, cuando hay tantos católicos sin medios suficientes para llevar a cabo multitud de obras de apoyo y solidaridad con los desfavorecidos y cuando lo están dedicando a que se pueda llevar a cabo todo lo que luego quieren que sus fieles no hagan.
Es una verdadera tomadura de pelo que mientras el obispo de Murcia lanza "brigadas" callejeras en favor de la virginidad, contra el aborto y el matrimonio homosexual, su empresa financiera invierta en acciones del laboratorio Pfizer que se dedica a fabricar viagras y anticonceptivos.
En cualquier caso, esas contradicciones son cosa suya, de los jerarcas de derecha extrema que hoy día gobiernan la conferencia episcopal. Lo que es importante y relevante para todos no es exactamente eso sino que su comportamiento pone también cada vez más de manifiesto que es urgente que no haya ni un euro del dinero público, ni recursos del Estado destinado a este tipo de cosas.
Podríamos hacer chiste del asunto pero a mí me parece una cuestión grave y vergonzosa.
Y que nadie crea que se trata de algún error o de decisiones financieras equivocadas. Ni mucho menos. Lo increíble es que los jerarcas más a la derecha de la Iglesia católica están convencidos de que ahí es donde mejor están los recursos que reciben de sus fieles o del Estado.
Hace unos años, en septiembre de 2001, el entonces Vicesecretario de Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal Española, Bernardo Herráez, lo decía claramente: “¿Dónde quiere que esté el dinero de la Iglesia? ¿En la luna? El dinero de la Iglesia tiene que estar en los mercados".
Y José Gea Escolano, prelado de Mondoñedo, lo ratificaba también en una pastoral a sus fieles: "Es un deber invertir para hacer producir el patrimonio. Sabéis que invertimos financieramente nuestras reservas. Es posible que no acertemos, pero de hecho hasta ahora no nos ha ido mal y en pocos años hemos hecho muchas cosas" (ver Mariano Sánchez Soler, "Las sotanas del PP. El pacto entre la Iglesia y la derecha española". Editorial Temas de Hoy, 2002).
Esa filosofía llevó a crear la mencionada Umasges Simcav y a que a través o con independencia de ella se realizaran inversiones especulativas y oscuras multimillonarias, de rentabilidad dudosa y en todo caso de evidente contraste con la doctrina que predican los jerarcas responsables.
El llamado caso Gescartera fue un episodio especialmente negro de esta política financiera que permitió descubrir que arzobispados, obispados, congregaciones y todo tipo de entidades religiosas invertían de modo irregular miles de millones de pesetas para engañar a fisco y para obtener, en apariencia, suculentos beneficios especulativos.
Pero a la postre, estas inversiones ni siquiera son rentables, como no suelen serlo a corto y medio plazo las inversiones en bolsa de esa naturaleza.
De hecho, se acaba de saber que, como consecuencia de la reciente crisis financiera, la Iglesia española ha perdido el 20% de las que había venido realizando, y eso a pesar de que “milagrosamente”, según informó la prensa especializada, la Iglesia trató de ponerlas a salvo justo antes de que estallara (“¿Un milagro? La Iglesia "huyó" de la bolsa justo antes de empezar la caída”. EL ECONOMISTA, 1/02/2008).
Pero además de poco rentables, lo más sangrante es evidente que se trata de inversiones muy contradictorias con lo que dicen pensar Rouco Varela y demás jerarcas. Una muestra demasiado palpable de doble moral y del mantenimiento de un discurso doctrinal que ni siquiera es consecuente consigo mismo.
Tanto es así, que, además, tratan de ocultarla o disimularlas, ocultando generalmente a sus fieles y al resto de los ciudadanos lo que hacen con el dinero que reciben .
Hace unos años, el entonces presidente de la Conferencia Episcopal Española (y ahora de nuevo elegido), Antonio María Rouco, declaró que la Iglesia no tiene dinero para otra finalidad que no sea “el ejercicio de su misión y sus actividades pastorales” (“La Iglesia creó en 1999 su sociedad de inversión en Bolsa”. EL PAÍS, 11/09/2001). Una mentira, como una vez más acaba de difundirse.
Se trata, en suma, de un uso del dinero que debería avergonzar a los Rouco y compañía, aunque esto no es algo que quepa esperar a la vista de su tradicional comportamiento, ya bien conocido.
Debería avergonzarles que dispongan realizar ese tipo de inversiones cuando ese dinero no es suyo en realidad, sino donado generosamente por quienes creen estar ayudando a obras pastorales o del Estado, cuando hay tantos católicos sin medios suficientes para llevar a cabo multitud de obras de apoyo y solidaridad con los desfavorecidos y cuando lo están dedicando a que se pueda llevar a cabo todo lo que luego quieren que sus fieles no hagan.
Es una verdadera tomadura de pelo que mientras el obispo de Murcia lanza "brigadas" callejeras en favor de la virginidad, contra el aborto y el matrimonio homosexual, su empresa financiera invierta en acciones del laboratorio Pfizer que se dedica a fabricar viagras y anticonceptivos.
En cualquier caso, esas contradicciones son cosa suya, de los jerarcas de derecha extrema que hoy día gobiernan la conferencia episcopal. Lo que es importante y relevante para todos no es exactamente eso sino que su comportamiento pone también cada vez más de manifiesto que es urgente que no haya ni un euro del dinero público, ni recursos del Estado destinado a este tipo de cosas.
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